martes, 8 de diciembre de 2020

EL PERDON DE LOS PECADOS




Una de las peores y mejores situaciones que vivimos, la tenemos en el estado de arrepentimiento. Un buen proceso de arrepentimiento tiene como corolario el reconocimiento propio de haber cometido un acto incorrecto, y el propósito para remediarlo. Es extraordinario cuando se promueve desde la reflexión del sujeto que cometió la falta, porque pulsa en él el sentido ético y las emociones de rechazo hacia las malas acciones. Quien pasa por este proceso cambia y asciende. 

El perdón surte un efecto favorable en quien lo solicita, no obstante es más beneficioso para quien lo da, porque lo libera de seguir por la senda del rencor, el resentimiento y la venganza. La culpa es un estado de conciencia que desgasta y descalifica, por lo cual es un medio utilizado por los malvados para manipular a los demás. Se ha usado en escenarios laborales, políticos, religiosos y familiares, y es en la familia donde causa mayor impacto, porque es donde se anidan los males y bienes de la adultez. 

Se puede imaginar cómo sería el desorden social inicial, cuando los humanos se fueron organizando en comunidades, se necesitaban mecanismos de control social, y de inmediato surgió a través de autoridades impuestas con leyes y mecanismos de comportamiento que ordenaran el proceso. 

La religión fue y sigue siendo el escenario más propicio para sentar las bases de utopías espirituales, para un comportamiento adecuado y controlado por jefes y sacerdotes. Como lo referí en otra oportunidad, podríamos asumir que el sentimiento religiosos pudo ser la primera expresión de la cultura de los pueblos, por ello es tan poderoso  el contenido que cada quien asume, incluso quienes voluntariamente no siguen adoraciones de ningún tipo, los ateos. Tener una convicción espiritual, es una constante psicológica, es un espacio que se llena consciente o inconscientemente.

Con base en estas premisas, podemos captar una diversidad de creencias religiosas que se afincan en la culpa, sin ir más lejos la base fundamental de la religión católica es la culpa de tener el Pecado Original, como parte esencial de la estructura del alma, como herencia de un acto indebido cometido por los padres de la humanidad. 

Otras enseñanzas espirituales no lo ven así, incluso dentro de la tradición judía, la Kabbalah, el aspecto esotérico de esta cultura, plantea que el mal de la humanidad partió, en el momento en el cual la Fuente mayor de energía universal produjo un fenómeno creador, poniéndolo frente él para darle la luz máxima para su estabilidad, y resulta que como esta creación era su doble, también tuvo la impronta de querer emitir luz como su creador, pero no le era posible, porque toda la luz posible la emitía ese creador. De tal manera que ese creado, o hijo, pidió al creador que no le diera luz, para él poder dársela a sí mismo, lo cual causó una gran oscuridad en ese creado, sólo quedó un rastro o resto de la luz que recibía, como cuando un vaso de leche al vaciarse queda leche en las paredes del vaso. Desde ese momento ese hijo que somos nosotros, tenemos la obligación de bregar con nuestra oscuridad y proporcionarnos la luz necesaria, porque tenemos como herencia el don de producirla. 

Esta visión es más coherente con los procesos grandiosos que vemos en nuestra realidad, cuando una persona lucha por alcanzar altos niveles de crecimiento por su propio esfuerzo no tiene comparación con quienes obtienen las cosas regaladas. Creer que nos perdonan los pecados nos hace dependientes, pero creer que podemos limpiarnos nosotros nos da libertad de acción y logros firmes, aunque también tengamos fe en una protección espiritual, pero eso otro asunto.  

Ante el pecado original la religión católica ofrece una salida con el Bautismo. En lo sucesivo la persona seguirá cometiendo pecado porque está marcado, y para ello tiene la Comunión, tras un proceso de limpieza concienzuda, dirigida por un sacerdote. Visto así, este es un proceso psicológico donde el sacerdote actúa como sanador espiritual, porque escucha, perdona y pone una penitencia, que se cumple de inmediato y la persona se va "libre de toda culpa". No obstante, una culpa o sufrimiento mayor requiere tratamiento profesional, porque por ejemplo, la queja de un hijo sobre algún problema con su madre, de por sí, es considerado por el sacerdote como pecado, -a las madres ni con el pétalo de una rosa-, aunque sabemos que muchas madres realizan actos deleznables contra sus hijos, y la lista es larga.  

El problema de la culpa y el perdón a mi juicio fue resuelto cuando se reconocieron la Leyes Universales de Hermes Trimegisto, entre ellas LA LEY DE CAUSA Y EFECTO.

Toda acción causa un efecto, sea favorable o desfavorable, se inicia un proceso de inmediato, y eso nada ni nadie lo detiene, tarde o temprano regresará el efecto a quien lo causó, es como sembrar una semilla en buen terreno, crece una planta cuyos frutos nos pertenecen. Si el acto de arrepentimiento se da junto con su correspondiente reparación, de inmediato se vuelve a sembrar, pero en este caso va a nacer una planta distinta y favorable. No hay como dormir con la conciencia tranquila. 

Recuerdo un relato que nos refirió mi madre, quien nos contaba muchos episodios de su infancia rural, sucedió que en aquellos montes de Boconó por los años 30, una chica fue violada por tres jóvenes de la zona, con la consecuencia de quedar mentalmente afectada, o tal vez ya lo estaba y eso facilitó la violación. Pasado un tiempo uno de los violadores no soportó la culpa y fue a casa de ella y pidió a la chica en matrimonio, desde ese momento se encargó de ella con una dedicación fervorosa. No cabe duda de que esta reparación no alcanzó a satisfacer el daño, pero una acción como esta cuenta muy bien en la conciencia. 

El pecado es un término religioso, en lo civil se denomina delito, en ambos casos, la culpa es la consecuencia sana después de haber cometido un acto que dañe a otro. Quien no siente culpa es el psicópata, una condición que no tiene remisión porque no es una enfermedad. Hay psicópatas que han tenido una adecuada vida en la infancia y es posible que nunca ejecute su condición, la mayoría de los crímenes seriales los hacen personas que teniendo esta condición también fueron abusados en la niñez.

Las religiones occidentales o cristianas, se fundamentan en el perdón de los pecados como una regalía de un Dios misericordioso, incluso Jesus ha sido considerado "el mártir que dio su vida por nuestros pecados", lo cual nos coloca en una vergüenza universal, porque el mal no cesa, de allí las reiteradas peticiones tan profusas en estos tiempos.

Creo que aún no entendemos a Jesus, ni a nuestro papel en el mundo, aunque sea por aproximación, Jesus no pudo haber existido sólo para someterse a una tortura para limpiar los pecados del mundo y dejar a la gente como una tábula rasa para que al segundo se volviera a ensuciar. Jesus a sabiendas de que los llamados pecados no se perdonaban para hacer borrón y cuenta nueva, vino al mundo para abrirnos los ojos sobre la fabulosa existencia que tenemos porque continúa en los estadios espirituales para tener acceso a los secretos más elevados de la existencia.  

Perdonar los pecados es quitar al pecador un trabajo que debe realizar y cuyo proceso iría en su beneficio. No cabe duda que el criterio perdona-pecados forma parte de un sistema de control social, fundado en el miedo, la sumisión y la esperanza. Más o menos un sueño en vigilia.


  









    

No hay comentarios: